De hecho, las comunidades indígenas tienen vínculos indisolubles con la naturaleza y la sabiduría ancestral anteriores a la organización del mundo en estados-naciones.
El huracán Katrina es un sombrío recordatorio de la vulnerabilidad cada vez mayor del medio ambiente mundial, en que la naturaleza no respeta frontera alguna.
Los embates de la naturaleza no discriminan entre pobre y ricos, desarrollados o menos desarrollados, para asestar demoledores golpes a los seres humanos y a la infraestructura.
Las poblaciones indígenas que mantienen estilos de vida tradicionales pueden obtener derechos sobre la tierra y los recursos mediante la creación de territorios para el uso tradicional de la naturaleza.
Teniendo todo esto presente, quisiéramos que se nos permitiera abordar el concepto de responsabilidades comunes pero diferenciadas, no como una licencia para contaminar sino como un mandato para conservar la Tierra.
Este solo terremoto ha unido a todos los países, grandes y pequeños, y demuestra de manera positiva lo que podemos hacer frente a los efectos inesperados de la ira de la naturaleza.
En esencia, el objetivo debe ser una vida tolerante y equilibrada, en paz con uno mismo y en armonía con los vecinos, con los demás seres, con la naturaleza y con el cosmos.