Allaby, solo en su biblioteca, pensó con estupor que ese temeroso había oprimido en el Sudán a tribus de hierro y sabía qué cosa es una batalla y qué cosa es matar.
Florentino Ariza se dio cuenta con horror de que estaban justo frente a la quinta de Fermina Daza, y le hizo una súplica al cochero, sin pensar que su consternación podía delatarlo.
El doctor Urbino Daza, en dos visitas que le hizo a Florentino Ariza durante su exilio, le había hablado de la consternación que le causaron a su madre las dos publicaciones de La justicia.