A la vuelta de una esquina les salió al paso el convento de Santa Clara, blanco y solitario, con tres pisos de persianas azules sobre el muladar de una playa.
Para realizar el experimento, Watson y su asistente Rosalie Rayner, colocaron al niño en una habitación donde se dejaba vagar a una rata blanca. Primero, el niño no mostró miedo.