Pero el sueño de esa paz mundial, el sueño de un “Nosotros los pueblos” que no avergüence por el hambre, la enfermedad, el analfabetismo y la necesidad extrema necesita, además de raíces, alas para volar. Necesitamos alas para volar.
El patito feo reconoció a aquellas espléndidas criaturas que una vez había visto levantar el vuelo, y se sintió sobrecogido por un extraño sentimiento de melancolía.