Pero también he sido eximido, entre todos los tripulantes del barco, de la muerte; y Él, que tan milagrosamente me salvó de la muerte, me puede liberar de esta condición.
No olvidé elevar al cielo el agradecimiento de mi corazón, pues, ¿qué corazón se resistiría a bendecirle a Él, que había socorrido milagrosamente a alguien que se encontra ba en una situación tan desoladora?
Después de luchar en la capital catalana esos días de mayo, volvió al frente de Aragón, recibió un balazo en el cuello, al que sobrevivió casi milagrosamente, pese a haberlo atravesado de lado a lado.
Toda mi antigua confianza en Dios, fundada en las maravillosas pruebas de su bondad, se desvanecía ahora, como si Él, que me había alimentado milagrosamente, no pudiese salvar, con su poder, los bienes que su bondad me había conferido.