Esa imagen, la que interpretaba Kristoff, era la que querían mantener algunos rockerillos, en especial los antiemo: fuertes, rudos, superiores… fastidiados de estos adolescentes emotivos.
El guardia habitual de la Calle del Limbo, un hombre inmenso, rudo y bondadoso, sacó del bolsillo un porrón de whisky, y se lo ofreció a Murray diciendo: -Es costumbre, usted sabe.
No sé, porque siempre me ha gustado otro tipo de música, como el rock o el metal, no sé, o algo un poco más rudo, entonces eso es un poquito fuera de mi estilo, entonces me hace sentir como si fuera.