Mientras lo hacía estiró las piernas desnudas por debajo de la toalla con que se cubría la cintura y, con gran satisfacción, se puso a mover los dedos de los pies.
La tierra removida exhalaba vaho de horno, que los peones soportaban sobre la cabeza, rodeada hasta los hombros por el flotante pañuelo, con el mutismo de sus trabajos de chacra.