Entonces desenvainó una daga que colgaba de su cinturón de cuero blanco y cortó la garganta del nubio para que aquel esclavo no pudiera contar su deshonra.
La camisa de cuello postizo, los puños con gemelos dorados y el pantalón limpio y planchado, solo que todavía con el cinturón por fuera de las presillas.