Creo que lo viste un día en su huerta, calzones de marinero, sombrero ancho, tirando palabrotas y guijarros a los chiquillos que le robaban las naranjas.
Olvidado, triste y enfermo, el gran navegante falleció el 20 de mayo de 1506 en Valladolid, en compañía de sus dos hijos y de dos de sus fieles marinos.
Llevaba un sombrero de marinero de un desteñido color castaño bajo el que, extendiéndose por sus espaldas, asomaban dos trenzas de un cabello muy grueso, de un vivo color rojo.
Oyó esta voz Cariharta y, alzando al cielo la suya, dijo: No le abra vuesa merced, señor Monipodio;no le abra a ese marinero de Tarpeya, a este tigre de Ocaña.
Platero, en esta esquina de la calle de las Flores se ponían por la tarde los marineros, con sus trajes de paño de varios azules, en hazas, como el campo de octubre.
Y creo que si en ese instante hubiera tenido una botella, hubiera metido dentro una de las tarjetas, jugando al náufrago, para tener esa noche algo divertido que contarles a mis amigos en Cartagena.