Paradójicamente, mientras el Congreso puede enviar a los puertorriqueños al campo de batalla, los puertorriqueños no pueden enviar representantes al Congreso.
El dominio colonial sobre Puerto Rico refuerza la sistemática discriminación y el prejuicio racial contra 2.700.000 puertorriqueños que viven en los Estados Unidos.
Por eso, la independencia, demandada inicialmente tan sólo por el movimiento independentista, cuenta ahora con el apoyo de la mayoría de la población puertorriqueña.
Es preciso que Puerto Rico y los puertorriqueños gocen, en particular, de la estadidad y de los mismos derechos que tienen los demás ciudadanos estadounidenses.
La restitución de las tierras utilizadas con anterioridad por las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos abre nuevas posibilidades para el desarrollo de la economía.
Casi la mitad de los puertorriqueños residen en diversas partes de los Estados Unidos y, durante muchas generaciones, se han casado con personas pertenecientes a otros grupos étnicos.
Para más de un millón de puertorriqueños que son ciudadanos estadounidenses y se han criado y vivido en el continente, la independencia de Puerto Rico no tiene sentido.
Por lo tanto, el problema de Puerto Rico no reside en su supuesto estatus colonial, sino en prácticas discriminatorias que reducen a los puertorriqueños a la categoría de “ciudadanos de segunda”.
La mayoría del pueblo puertorriqueño, si bien se siente frustrada por el fracaso de los procesos parlamentarios anteriores, que no lograron establecer opciones aceptables en materia de estatus, está orgullosa de su ciudadanía estadounidense.
Aunque están sometidos a las mismas normas y obligaciones que rigen para los habitantes de los otros estados, no gozan de los mismos derechos civiles ni de igual protección que los demás ciudadanos estadounidenses.
Más de tres millones de puertorriqueños han emigrado al territorio continental; irónicamente, en cuanto se convierten en residentes en los Estados Unidos, adquieren de inmediato todos los derechos que les eran negados en la isla.
Por otra parte, habida cuenta de la importante presencia de puertorriqueños e hispanos en los Estados Unidos, al Gobierno de ese país le convendría adoptar esa decisión antes de la celebración de las próximas elecciones presidenciales.
La lengua de señas de un puertorriqueño es diferente al de un español y entre ellos sería muy difícil comunicarse, aunque podrían coincidir en algunas señas.
Así que el verdadero atractivo era la posición geográfica de Puerto Rico, que le ofrecía al país norteamericano un enclave estratégico para fines militares.
Sin embargo, había problemas desde antes y muchos boricuas decidieron utilizar el poder de sus pasaportes para buscar oportunidades laborales en Estados Unidos.
Y hay que tener en cuenta que este dato no incluye ni a los menores de 5 años, ni a la población de Puerto Rico, ni a los inmigrantes sin documentación.
Es considerado por los puertorriqueños como el mejor centro comercial de Puerto Rico, y aunque no esté en la lista de cosas que hacer, puede ser una excelente opción para un día lluvioso.
La segunda opción es la contraria: ser un estado más. En este caso, los puertorriqueños se convertirían en ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones que los del resto del país.
Primero debes saber que, en 1940, la Ley de Nacionalidad le otorgó la ciudadanía estadounidense a todos los nacidos en la isla, aunque previamente otra ley les había concedido este derecho a la mayoría de ellos.